Aunque su descubrimiento fue casual por un cazador en 1.868, y en un principio se llamó la cueva de Juan Montero, la apreciación de su valor y su estudio fue obra de Marcelino Sáinz de Sautuola, dinámico promotor al que también se debe la introducción del eucalipto en los bosques de Cantabria.
Fue una hija de éste, María de ocho años de edad, la que en 1879 llamó la atención de su padre sobre las pinturas de la gran sala.
Marcelino Sáinz de Sautuola, estudioso santanderino, que ya las había visitado anteriormente y en las que había tenido sensación de que debía haber algo, las visitó de nuevo acompañado de su hija, y con la luz de una antorcha señaló las pinturas de las rocas.
Una autoridad en tales estudios, el especialista francés M. de Cartailhac negó la autenticidad de sus pinturas y capitaneó la oposición más obstinada contra las afirmaciones del cántabro descubridor, ya que consideraba imposible que obras de tal belleza se debieran a la actividad artística de los cazadores del paleolítico.
La polémica fue muy viva. No obstante, acaban por abrirse paso en congresos y academias las pruebas presentadas por Sáinz de Sautuola y el profesor Vilanova y, finalmente, cuando en 1.901 se descubrieron parecidas realizaciones del arte rupestre prehistórico en las cuevas de Font de Gaume y Combarelles (Les Eyzies, Dordoña), Cartailhac reconoce con nobleza su anterior equivocación y rectifica lo creído hasta entonces.
Pero Sáinz de Sautuola ha muerto ya. Es muy sincero el arrepentimiento del profesor francés, y siempre que visita la cueva de Altamira pasa antes a saludar a doña María Sautuola, la hija del caballero montañés; la niña que un día de verano asombrada señaló al padre aquellas pinturas trazadas en el techo de la caverna.
Actualmente, son las cuevas más importantes y famosas del Paleolítico a nivel mundial. La cueva de Altamira ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y es una de las joyas más importantes de Cantabria y, probablemente de España, dado su reconocimiento universal.
La entrada había permanecido clausurada hasta su descubrimiento por un derrumbe natural producido hace 13.000 años. Una vez dentro destaca por encima de todo, la sala de polícromos.
Los dibujos, que se remontan a unos 14.000 años, se pueden ver sobre todo en los techos de las cuevas, y representan bisontes, ciervos, jabalíes, caballos...
La longitud total de la cueva que es de unos 270 metros y de trazado irregular, consta de un vestíbulo y una galería, pero la sala lateral que contiene las mejores pinturas está a solo 30 metros de la entrada y sus dimensiones son 18 m. de largo, 9 de ancho y de 1,1 a 2,65 m. de altura.
En ella se ofrecen en paredes y techo representaciones de caballos y bisontes, una cierva, un jabalí, en rojo, en ocre y en negro.
En el resto de galerías existen otros grabados y pinturas aunque en menor proporción. Consisten principalmente en figuras de animales, pintadas en negro o grabadas, y líneas y signos diversos (tectiformes).
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Los útiles de piedra, hueso o asta encontrados en el vestíbulo, que fue empleado como lugar de habitación proceden sobre todo de las capas correspondientes al solutrense superior y al magadaleniense inferior. En el magadaleniense medio se derrumbó parte de la bóveda, y en esta etapa la cueva sería abandonada.
La mayoría de las representaciones de arte rupestre cubren el techo del gran salón próximo a la entrada.
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Allí se han reconocido múltiples figuras, la mayoría de ellas policromadas, predominando las reproducciones de bisontes en diversas actitudes, que se intentó expresar con mayor relieve ajustándolas a las protuberancias de la roca.
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Las pinturas pertenecen a los períodos Solutrenese y Magdaleniense antiguo y son representaciones de un vigor y movimiento de sorprendente calidad. Juan Miró diría un día con respecto a las pinturas "El arte está en decadencia desde la cueva de Altamira".
El conjunto de 70 grabados incisos sobre roca y casi 100 figuras pintadas impresiona por el vivo realismo de bisontes, ciervos, jabalíes y caballos allí representados, pero lo que da más valor al arte rupestre de la cueva de Altamira es el carácter excepcional de su policromía.
Las pinturas de Altamira se pueden considerar como el logro más avanzado, culturalmente hablando, que se tiene de la época paleolítica... pero para poder visitarlas teneis que armaros de paciencia y pedir hora con muchos meses de antelación. Es algo increible.... Al menos desde aquí podeis admirar las figuras tan impresionantes que dibujaron en su piel.
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