Esta ruta discurre por siete de las villas medievales más importantes de Cantabria situadas en las cercanias de la costa, que de Oeste a Este son las siguientes:
San Vicente de la Barquera, Comillas, Santillana del Mar, Santander, Santoña, Laredo y Castro Urdiales.
Esta ruta, dada su longitud, es posible que tengamos que segmentarla y hacerla en dos o tres días: uno para las localidades de la costa occidental, otro para las de la costa oriental y otro para Santander.
La ruta comienza en San Vicente de la Barquera, bello pueblo marinero por el que nos daremos una vuelta por su casco histórico.
Su puerto pesquero, sobre el que ha girado el desarrollo de esta villa continúa siendo uno de los más importantes de la región. El turismo y los servicios son en la actualidad la principal actividad económica del municipio, conformando una amplia y atractiva oferta para los visitantes.
San Vicente de la Barquera se encuentra en pleno corazón del Parque Natural de Oyambre, un espacio natural protegido de gran valor ecológico integrado por rías, acantilados, playas, dunas praderías y bosques que albergan una fauna y flora de gran importancia.
Estos valores naturales han permanecido prácticamente invariables a lo largo de la historia en la que San Vicente de la Barquera ha sido protagonista ya desde la época romana. Sin embargo la villa vivió su mayor esplendor durante la edad media, tras la concesión del fuero por Alfonso VIII, época en la que sus hombres protagonizaron importantes gestas marineras en la reconquista de ciudades andaluzas o en las expediciones a Terranova.
San Vicente de la Barquera fue un importante paso del Camino de Santiago en la ruta costera. Fruto de ese pasado la villa y sus pueblos cuentan con un destacado patrimonio
Al salir de San Vicente de la Barquera en dirección Santander por la nacional N-623 nada más cruzar el puente de los 28 ojos, sin respirar a nuestro paso por el puente como manda la tradición para que nos dé buena suerte, nos dirigimos a la izquierda hacia la playa de Tostadero, desde donde obtenemos unas excelentes vistas de San Vicente y Picos de Europa, y donde cogeremos la carretera de la costa a Comillas, nuestro próximo destino. Tras disfrutar por el camino de las vistas que nos ofrece la carretera (playa de Merón, reserva natural de Oyambre), al llegar a Comillas tenemos a la izquierda la imponente Universidad Pontificia y a la derecha el Palacio de Sobrellano y el Capricho de Gaudí que fue proyectado en 1883 por el entonces joven arquitecto Antonio Gaudí Cornet, el mismo año que comenzaba su primera obra, la casa Vicens, y que se le encargaba el templo de la Sagrada Familia. El encargo de esta quinta de recreo partió de Máximo Díaz Quijano, un ilustrado y rico indiano, cuya hermana Benita, se casó con Claudio López y López, hermano de Antonio, primer Marqués de Comillas. Todavía se discute si Gaudí estuvo en Comillas para conocer el terreno donde se levanta el Capricho. Lo cierto es que la dirección de la obra la encargó a su amigo y compañero de promoción Cristóbal Cascante Colóm, al que se supone en Comillas a partir del año 1882, encargado también de la dirección de los proyectos de Juan Martorell para el palacio de Sobrellano, su capilla y el Seminario Pontificio.
Es posible que Gaudí se inspirara en esta expresión aplicada a un fragmento musical, para hacer variaciones de ritmo rompiendo con gracia la observancia de las reglas, hasta tal punto, que algunas de sus líneas poseen calidades surrealistas. En él, combina y adapta formas y elementos hispano árabes -como la utilización de la azulejería, el ladrillo visto o la característica torre cilíndrica totalmente revestida con el repetido adorno cerámico de la flor de girasol-, con motivos neogóticos y una profusa utilización del hierro en las decoraciones, en búsqueda de una ornamentación totalmente nueva.
El original intento de integrar música y arquitectura, culmina en los cinco huecos de la fachada principal, con ventanas de guillotina cuyos contrapesos son tubos de metal que emiten notas musicales al practicarlas. En una de esas ventanas, se conservan dos vidrieras de colores, con un pájaro en actitud de tocar un teclado y una libélula pulsando una guitarra.
Tras una visita obligada a estos monumentos cruzamos el pueblo hacia la playa, en cuyas inmediaciones se encuentra el cementerio de Comillas, con el famoso ángel exterminador, y el monumento al marqués de Comillas.
Salimos de la playa de Comillas en dirección Santillana del Mar, bellísima población medieval perfectamente conservada aunque un poco masificada por el turismo, sobre todo en verano. En esta villa, conocida por ser la de las tres mentiras, por no ser santa ni llana ni tener mar, nos daremos un agradable y tranquilo paseo disfrutando de las vistas que se obtienen en cualquier rincón de este pueblo. Merece especialmente la pena detenerse un tiempo en la plaza de la Torre de Don Borja, sede de la fundación Santillana, y el parador Gil Blas, por ser una plaza de gran armonía y belleza, y la colegiata de Santillana del Mar.
Tras terminar nuestra visita a Santillana del Mar, nos dirigiremos a Santander, ya conocida por los romanos como Portus Victorie, (ver el apartado sobre la ruta específica “conociendo Santander”) …a continuación salimos de Santander en dirección Bilbao por la A-8 para dirigirnos a Santoña, conocida por su marisma y sus exquisitas anchoas. Sin embargo, el viajero no debe perderse la playa de Berria, enfrente del penal del Dueso, ni el Buciero, monte que da "sombra" a Santoña y donde recomiendo ir por la ruta que nos lleva al Fuerte de San Martin.
Como veis hay para rato y para disfrutar por cada recodo. Animaros y paso a paso recorrer todas estas villas marineras con sabor cántabro. No os defraudarán.
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