ruta de la marisma - bahía de Santoña-


Santoña da nombre a una amplia bahía en la cual desembocan numerosos arroyos y canales, además de la amplia ría de Treto, que alimentan las aguas de la ría de Limpias, estuario del Asón, y la ría de Rada, estuario del Clarín. En estos terrenos se localiza uno de los humedales mejor conservados de la costa cantábrica incluido en la Reserva Natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel, que forma parte de la lista de espacios protegidos por el Convenio Intearnacional Ramsar desde 1994 y está propuesta Lugar de Importancia Comunitaria (LIC) de la Red Natura 2000. Comprende 4.341 ha repartidas por diez municipios, correspondiéndole a Santoña un 19,6 % (850,9 ha).
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La superficie total que abarca la Reserva Natural de las Marismas de Santoña y Noja comprende algo más de 4.000 ha. Tal extensión no es continua, sino que está repartida en tres sectores que se corresponden con cada uno de los humedales que lo forman y sus zonas adyacentes.
Las marismas están originadas por la confluencia, en su desembocadura, de los ríos Asón y Clarín.
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Tras formar respectivamente las rías de Limpias y Rada, ambos cursos fluviales se unen dando lugar a la ría de Treto. Esta, a su vez conecta con los canales de Ano, Argoños y Boo, encontrando la salida hacia el mar abierto a través del canal que se forma en el Puntal de Laredo y la santoñesa playa de San Martín.

El sector de Santoña se extiende entre los límites de la villa y la marisma de la Lastra, en el límite con Argoños. Comprende el monte Buciero, un interesante encinar cantábrico, que fue una isla en el pasado hasta quedar unido a tierra por el tómbola de Berria, una lengua de tierra y playa formada por el arrastre de sedimentos procedentes de la playa de Trengandín (Noja).
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Conocido como peñón de Santoña, tiene forma circular y ofrece al mar una línea de acantilados de calizas que llegan a alcanzar los 200 m y protegen la entrada del estuario de los embates del mar.
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Constituye actualmente una península que tiene forma de copete con varias cumbres, entre las que podemos destacar el Alto del Buciero, el Cerro de la Atalaya y la Peña de Ganzo, que es el punto más alto.

De este conjunto resaltan los grandes farallones de caliza, que determinan su morfología escalonada. Presenta un clima templado, sin estación seca, con precipitaciones regulares a lo largo de todo el año. Los vientos que afectan al macizo son fundamentalmente del noroeste, nordeste y sur.

La vegetación de la Reserva reviste gran complejidad. En la zona submareal pueden encontrarse las típicas comunidades vegetales marinas como las algas y las fanerógamas marinas (zosteras); en el intermareal medio aparecen las espartinas o borrazas; en el intermareal superior, donde las inundaciones son menos habituales, se localizan los marujales, que forman islotes cercados por canales de drenaje y pueblan especies como la verdolaga marina, la lavándula marina, la salicornia, el salvio marino y el brezo marino.
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La descarga de aguas dulces a la Reserva provoca el desarrollo de zonas salobres en las cuales se localizan los denominados carrizales.

El monte Buciero es un singular encinar cantábrico en el que además del Quercus ilex pueden verse especies como el madroño, el labiérnago, el aladierno y el laurel.
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En estos bosques también se encuentran especies como el mostajo, el avellano y el espino albar.
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El interior es más húmedo y posibilita la existencia de hayas y del ajo de oso en su sotobosque.

Fuera de la Reserva, en las dunas de la playa de Berria, crecen especies como el barrón que ayuda a estabilizar las masas de arena, y otras como la correhuela de duna, la lechetrezna de dunas, el nardo marino o el cardo marino.

En cuanto a las especies animales, la Reserva de Santoña, Victoria y Joyel fue declarada Zona de Especial Protección de Aves (ZEPA) en 1994, pues es lugar de invernada de más de 20.000 ejemplares de más de 120 especies y juega un papel básico en el proceso de migración de decenas de aves acuáticas, entre ellas la espátula (la mitad de la población holandesa se pasa por Santoña).
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Entre las especies que pueden verse se cuentan los colimbos; los somormujos como el zampullín cuellinegro; los cormoranes que ponen sus nidos en el monte Buciero; las zancudas, como la garceta común, la garza real y la espátula; las anátidas, que representan 30 especies, entre ellas el ánsar común, el ánade silbón, real y rabudo, la cerceta común, el ánade rabudo y la focha; las

Limícolas, que alcanzan las 32 especies, entre ellas el avoceta, el zarapito real, el corremolimos común, el archibebe común y el aguja colinegra; las gaviotas, como la patiamarilla y la reidora; y los álcidos, como el arao común, el alca común y el frailecillo. Cerca de una docena de ejemplares nidifica en el lugar, como el avetorillo, la garza imperial, el pato colorado, la cigüeñela y la focha común. Además, se cuentan especies como el martín pescador y el águila pescadora; rapaces crepusculares como el cárabo, la lechuza común y el mochuelo; y otros como el vencejo común, la golondrina, el carricero común, el jilguero o el cernícalo vulgar.

Entre los mamíferos que pueden verse en la zona se cuentan la comadreja y el turón. En el encinar de monte Buciero se observan zorros, jinetas, tejones y garduñas; reptiles como la lagartija ibérica y la roquera.

En cuanto al ecosistema marino, en el medio pelágico (entre dos aguas) abunda el plancton y una gran variedad de peces como la dorada, el jargo, el salmonete, el lenguado … o la anguila y el salmón que emigran por el estuario. En el medio bentónico ofrece mayor variedad; aquí abundan moluscos como caracolillos, la almeja fina o amayuela, la chirla y las morgueras; los moluscos cefalópodos como el pulpo y la jibia o cachón; y los crustáceos como las quisquillas, las nécoras o los centollos. También es de reseñar que en los fondos arenosos pueden verse equinodermos como las estrellas y los erizos de mar.

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